miércoles, 4 de agosto de 2010

Sucedió en agosto (2ª parte)

Como sobre alfombra de pétalos que cubriera la ciudad, don Caaarlos fue llevado por cientos de manos alzadas para que no tocara el suelo, majestuoso, elevado, hasta el templo catedralicio; una vez allí fue puesto en pie ante los restos de Alfonso X. Postrose, rezó y pronunció unas breves palabras, para terminar ofrendando uno de sus sables campeadores al Rey Sabio, mientras el pueblo lloraba de emoción.

No se recuerda cosa semejante. Por poner un ejemplo, por la calle Trapería no cabía un alma desde la Plaza de la Cruz hasta la de Sto. Domingo. Imagínense ustedes la salida de nuestro campeón por la puerta del Perdón -recuerde el lector que dicho portón sólo se abre en ocasión de grandes solemnidades-. Al tiempo que la banda de música de Guadalupe (convocada y reunida rápidamente al efecto en cuestión de minutos) iniciaba los sones de nuestro himno patrio o marcha real, el gentío estallaba en una ovación que dicen se escuchó hasta en Cartagena. Terminado el espontáneo pero emotivo acto, y sin que sus pies salvíficos tocaran tierra, hiératico y majestuoso, el adalid fue depositado en su lecho de gloria en el Parador donde se entregó en los brazos de Morfeo.

Ese día, ajeno a lo que iba a suceder nuestro valedor despertó a las 12 del mediodía de un sueño reparador. Levantose como nuevo, sintiose rejuvenecido -¡y quien no!- ante la muestra de cariño recibida el día anterior por Muuurcia, y tras la exhibición de destrezas realizada en el tejado. Pero, ¡ay lector! Si quieres buena fama, no te dé el sol en la cama.

A las 7 de la taaarde ese día, más de lo mismo: más aglomeración de admiradores si cabe (se corrió la voz como pólvora del espectáculo del día anterior) y nuevos desmayos y asistencias. Pero don Caaarlos no salió y la multitud tuvo que contentarse con el consabido replicante mecanizado. ¿Qué ocurrió, pues? No le haré sufrir más de impaciencia e ipso facto le desvelaré por qué no apareció esa tarde nuestro adalid.

Ese día hizo un calor de los de Murcia en primavera. 40º C a la sombra a las 4 de la tarde. Con lo que Murcia estaba desierta a la hora de la siesta. Así que pocos se enteraron de lo que ocurrió. No así el propietario de una pensión cercana de la plaza de Camachos, que a esa hora intempestiva acertaba a pasar por el Puente de los Peligros por no sé qué recado inaplazable. Él contó luego a las 7 en la puntual cita a todos los congregados que se temía que don Caaarlos no iba a aparecer.

Y es que a dicha hora de la siesta, las 4 en punto, se entregaba en mano al héroe la factura de la reparación de la techumbre del Parador que se había realizado por la mañana mientras él dormitaba. El aprovechado obrero quiso sacar tajada y le cobró la reparación de las 237 tejas rotas por un ojo de la cara. El grito de cólera de don Caaarlos fue de órdago, a lo que siguieron una serie de exabruptos que no vamos a proferir aquí. La excitación y los nervios fueron a mayores, y pronto los alaridos derivaron en golpes, y éstos en peligrosas convulsiones.

El dueño de la pensión, ante el escándalo, tuvo por bien acercarse a ver qué pasaba, y rápidamente fue requerido para colaborar en la inmovilización de don Caaarlos junto con 13 personas más del servicio, recibiendo un puñetazo en la cepa de la oreja del con razón de sobra enojado, que a punto estuvo de dejarlo como Van Gogh. A las 7 de la tarde en el puente, contaba la historia y orgulloso mostraba y probaba la lesión (en forma de cardenal que llegaba de oreja a boca), repitiendo sin cesar: "¡Me lo hizo él, me lo hizo él!".

Don Caaarlos pagó diligentemente la factura, pues no es él persona incumplidora de obligaciones. A los dos días de la citada crisis epiléptica y la oportuna sedación, se levantó y en la misma cama pronunció recurrente en voz alta: "Siempre es mejor tener más que menos. Excepto si lo que se tiene son deudas". Mandó llamar al obrero tramposo y le pagó los honorarios pedidos, pero exclusivamente en monedas de céntimo de Alfonso XIII, haciéndole salir del Parador inmediatamente, cargado con la abultada bolsa de monedas, avergonzado e insultado por las gentes de bien; y obligado a trasladarse un mes más tarde al Ferrol, donde empezó a trabajar bajo el agua pues se hizo buzo, ya que ningún alma de bien en Murcia le volvió a encargar trabajo alguno.

1 comentario:

RAMONA PRESS dijo...

Se ha sabido recientemente que las autoridades portuarias de El Ferrol han encontrado a un buzo murciano ahorcado en un foco de poseidonias, en sus proximidades había una saca con monedas históricas entreabierta. La prensa murciana haciéndose eco de la noticia ha titulado el artículo "bíblica muerte submarina".