miércoles, 17 de noviembre de 2010

La excelente puntería de don Carlos

Cual fue mi sorpresa ayer mañana cuando, al pasar por el hermoso Puente Viejo o de los Peligros y echar la vista allá donde el alma me la condujo, ví en hora inusual a nuestro adalid. Hallábase el anciano don Caaarlos perfectamente apostado en su balconada y pertrechado hasta los dientes del armamento siguiente:

- Fusil español Mauser, modelo 1893.
- Ametralladora italiana Fiat-Revelli, modelo 1914.
- Pistola española Astra 900

Para más inri, y para llenarse aún más de valor, y digo más porque esta virtud la posee de nacimiento, don Carlos había sacado del arcón su viejo uniforme de requeté, al tiempo que había ordenado izar la bandera patria que expusimos en capítulo anterior.

El motivo que indujo a nuestro héroe a tal actitud no es sino las molestias que le ocasionan, día tras día, hora tras hora, las innumerables palomas que, con sus arrullos, corrosivas cagadas y aleteos, perturban su paz y le exacerban enormemente.

No bastaron gritos y palmadas para ahuyentar a estas ratas del aire, que infectaban alerones, ventanas, balcones y techumbre del Parador del Rey. Ayer don Carlos no pudo maaaás y en menos de dos horas abatió 22 palomos adultos, 27 palomas hembras y 23 pichones. A cada diana, gritaba "¡una alimaaaña menos!" y daba un trago del considerado por muchos mejor coñac del mundo, el Louis XIII Perla Negra. Y aún hubiera liquidado más, de no ser porque llegaron las 12 del mediodía y por la posibilidad de asustar a los niños -inocentes criaturas a las que don Carlos tiene un cariño especial- ante su inminente salida de los colegios, cesó el fuego y retiróse a sus aposentos.

Marchó don Carlos de pie, pero a duras penas y dando tumbos, ayudado, dados los achaques y la ingesta del licor, por tres personas de su servicio. Al tiempo que se encaminaba hacia su camastro don Carlos iba pronunciando arengas militares indescifrables y recibía, eso sí, con los brazos en alto, la sonora y unánime ovación de todos cuantos allí nos congregábamos y llorábamos.

Don Carlos, en retrato de época, vestido de requeté

1 comentario:

don Recto dijo...

jajajajaj, con dos cojones