viernes, 24 de diciembre de 2010

Reyerta en el Arenal

Lo que hoy vengo a relatar versa sobre lo acontecido en años mozos de nuestro adalid, en uno de los cafés murcianos más típicos de la época, “el Arenal”, sito en las proximidades de la que es hoy La Glorieta de España, por entonces también llamada “El Arenal”, lugar de tertulias y cafés, de corte liberal en la España de la Restauración.

Hallábase nuestro sin par, ya licenciado soldado, en uno de sus primeros permisos de fin de semana, disfrutando de un café mañanero en las mesas del indicado local cuando, entre el bullicio y demás ruidos del constante entrar y salir de gente, se empieza a oír una conversación que sube preocupantemente de volumen sobre las demás; a su vez, el tono pasa de ser cómico y burlesco a exageradamente hostil y agresivo. Para cuando todas las voces se habían callado y todas las miradas buscaban a sus conversadores, Don Carlos, como siempre hierático y frío, apuraba sus magdalenas sumergiéndolas vehementemente en el café con la cucharilla y de éste a la boca sin más trámite.

Terminada la conversación, de la que no nos hemos hecho eco por su grosería y vulgaridad, ambos contertulios, lugareños los dos, comerciante y tratante de ganado, se levantaron violentamente de sus sillas sacando una navaja de sus ropas. El resto de clientes del café, se levantaron de sus mesas apartándose lo máximo de la inminente pelea. Don Carlos, tras finalizar su reconfortante desayuno, y sin apenas inmutarse, se alzó despreocupadamente de su puesto, pese a no ser ajeno a la situación, y se dirigió a los combatientes antes de que empezaran las acometidas de las navajas. El hecho de que nuestro héroe portara todavía el uniforme y las insignias militares sirvió para que las gentes le permitieran moverse y acercarse a los exaltados sin obstaculizarle en lo más mínimo y con todo el respeto a la autoridad que representaban sus ropas.

Una vez puesto frente a ellos, y aún ignorado por éstos, Don Carlos alzó sus manos hasta aprehenderlos fuertemente de la pechera y levantarlos un palmo del suelo a la vez. Los lugareños no daban crédito a lo que estaban viendo y reaccionaron en un ¡ohhhhhhh! ensordecedor; por contra, los combatientes intentaban zafarse de sus fuertes manos en inútiles intentonas de desquite. Transcurridos unos segundos en la posición descrita la cara del joven Don Carlos empezó a ponerse roja brutalmente, sus ojos se abrieron al máximo y empezaban a desorbitarse, el miedo empezaba a palparse en el ambiente, su cabeza entera empezó a temblar, y al tiempo todo su cuerpo. Transcurridos unos segundos, y con la respiración contenida, Don Carlos empezó a abrir su boca temblorosa y lentamente, como si un algo fuera a salir de ella, y cuando llegó a su máxima apertura expelió un monumental erupto que dejó a todos sordos y peinó a los alzados. En su larga salida tuvo tiempo de mirar primero a uno y luego a otro hasta inyectarles un miedo fatal en el cuerpo.

Ni que decir tiene que la monumental bocanada del cálido aire eruptal provenía de lo más profundo de Don Carlos. Miles de partículas de magdalena y salivazos de café fueron expelidos a gran velocidad desde su boca en todas direcciones alcanzando a todos los allí congregados, y sobretodo, a los enfrentados lugareños que tardaron varios días en recobrar la visión completa de ambos ojos.
Una vez terminada la exhibición de almacenamiento torácico de aire Don Carlos soltó a los exaltados que no tardaron en salir corriendo de allí. Por contra, el resto de clientes del café lo miraban admirados y haciendo gestos de agradecida aprobación. Cuando se disponía a marcharse el dueño del local lo paró apoyando una de sus manos en su hombro e indicándole con el brazo hacía una mesa donde le esperaban un enorme tazón de café y nueve magdalenas calientes, hechas del día. Al dirigirlo hacia la silla le sonrió y le espetó ¡Invita la casa!.

2 comentarios:

don_conforme dijo...

En realidad se dice que uno de los villanos perdió completamente la visión de un ojo. El oculista verificó que el cuerpo vitreo de dicho órgano había sido reemplazado por café con leche.

donrecto dijo...

Sí, en vez de un ojo el hombre parecía tener un caramelo "Solano" de los de café.